ahora no puedo querer a nadie
en el mundo más que a tí.
¿Pero quién eres tú para mí, tú que nunca
me has conocido, que has pasado cerca de mí
como se pasa a la orilla de un arroyo, o sobre
una piedra a la cual se pisa; que siempre te vas
lejos y me abandonas en una espera eterna?...."
"...Pero este grito no llegarás a oirlo mientras
esté viva todavía; solo después de mi muerte
recibirás este legado mío, el de una mujer que
te ha amado más que nadie y a la que nunca has
conocido, el de una que siempre te ha esperado
y a la que no has amado nunca.
Tal vez me llames al oir mi grito, y yo te seré
infiel por primera vez; no te oiré desde mi tumba..."
"Te estoy agradecida hasta mi último aliento.
Me siento mejor: te lo he dicho ya todo,
lo sabes todo ya (ya no solo es un pensamiento en tí),
sabes como te he amado y este amor no te deja ningún sufrimiento. No notarás mi falta; eso me consuela;
nada cambiará en tu vida brillante y gozosa...;
no te molesto con mi muerte..., eso me consuela,
querido mío.
¿Pero quién?
¿Quién te mandará rosas blancas en tu cumpleaños?
Ah, la jarra estará vacía, el tenue aliento de mi vida
que allí reposó durante años,
se habrá apagado..."
(Stephan Zweig)
Tú y yo
somos dos mitades de una inútil batalla,
ni siquiera dos caras acuñadas por la misma derrota.
(Olga Orozco)